Deseando ser útil a la humanidad, eligió la carrera del Magisterio. Después de haber cumplido satisfactoriamente sus estudios, recibió su título de Maestra. A la vez que ejercía su profesión en una escuela de gobierno, trabajó también en el “Colegio México” al que asistían hijos de políticos y petroleros. Existía en ella una inquietud por llegar a las personas, no solamente en el aspecto intelectual sino también en el aspecto espiritual. En una ocasión en que descansaba sentada en un parque de la ciudad, su madre la señora Victoria, le pidió que se fijara en los niños que ahí jugaban. Le dijo que como maestra podría colaborar en su formación intelectual, pero le cuestionó sobre qué habría de hacer para ayudarles en el camino de la salvación.
Así que se dispuso a servir procurando la salvación de las familias. Primero surgió su vocación de catequista. Asistía a Misa en la Parroquia de la Concepción Tepiqueuca de la ciudad de México. Allí fue donde el Señor le inspiró el deseo de catequizar a los niños, pues se dio cuenta que asistían pocos y nadie se ocupaba de ellos. Por lo que pidió permiso al párroco para dar catecismo.
A la edad de 19 años invitó a sus compañeras catequistas de la Conchita a vivir con ella la vida religiosa, y aunque al poco tiempo se retiraron casi todas, no se desanimó, invitó a otras, siguiendo así su vocación, ahora a la Vida Religiosa. Reafirmó su llamado cuando las familias, después de la revolución, quedaron lastimadas y heridas por la sociedad, y contemplando el Corazón de Dios Padre, quedó cautivada por su amor hacia ella y hacia los demás.